El clásico maestro Peynaud dice que la cata es estudiar, analizar, describir, definir, juzgar y clasificar. Se trata de someter a nuestros sentidos esa maravilla de la crianza llamada vino. Como es evidente, en la cata influye la subjetividad y muy especialmente el estado de ánimo y los sentimientos del catador. Hay dos tipos de cata. Una, la propia del hedonista, en la cual lo importante es el placer que nos produce la bebida del vino; debería ser la recomendable. Otra, la llamada técnica, para describir de la manera más precisa posible las reacciones sensoriales que produce el vino según la cultura enológica. En todo caso, para catar el vino debemos estar en buena forma, no comer, salvo que se trate de un poco de pan para arrastrar sedimentos en boca, no usar perfumes ni fumar y encontrarnos relajados.